Derej ha Shem
Centro de Estudios de Judaísmo Nazareno
Breve historia del Judaísmo Nazareno
Por Francisco Martínez
Del libro: “La Salvación viene de los Judíos”
Derej ha Shem
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Los primeros nombres empleados para designar al movimiento fundado por Jesús (Yahushúa ben David) fueron hebreos. En el libro de los Hechos aparece נצרים (notzrim) o “nazarenos”, derivado del título aplicado a Jesús por las masas (Mt. 26:71; Mr. 1:24; 10:47; 14:67; Lc. 4:34; Jn. 18:5,7; 19:19). Su aceptación por propios y extraños al movimiento era tan pronunciada que Shimón ben Yonáh (Pedro) lo empleó para exhortar a las multitudes reunidas en Templo, durante el servicio matutino del día de Pentecostés (Shavuot): “¡Jesús el Nazareno a quien Yahwéh ha levantado!”, (Hch. 2:22).
Paralela a la expansión del movimiento que revolucionó al judaísmo surgió otra designación, הדרך (Ha Derej) o “El Camino”, (Hch. 24:14, 22). Un término bastante antiguo proveniente de la Alianza Abrahamica y posteriormente desarrollado en la profecía mesiánica hebrea. Su significado básico es “judaísmo”, “forma de vida”, y “línea de conducta”. En el sentido técnico significa “prácticas y creencias religiosas hebreas” y “aquello que llena la mente, gobierna el corazón y guía los pies del israelita”. En el judaísmo del siglo I era además entendido como “secta” y a veces como “escuela rabínica”. Cuando Yahushúa Rabenu reclama ser “El Camino” (Jn. 14:6). Él está declarando ser la viva esencia del judaísmo, no su abrogación. Años después, el rabí Shaúl ha Tarsí (Pablo) testificó ante el procurador Félix acerca del “Camino que ellos llaman herejía” (Hch. 24:14).
Epifanio de Salamina, un historiador de la Iglesia expone en sus crónicas que antes que los creyentes fueran llamados Χριστιανός, (cristianos), por un breve espacio de tiempo fueron conocidos como Ιεσσαϊοι, (Iessaioi); posiblemente derivado del nombre de Ιησους, (Iesús). El título “cristiano”, cuya traducción más aproximada sería “mesiánico” fue acuñado en la ciudad de Antioquia, en la actual Turquía, por aquellos gentiles que no formaban parte del movimiento, (Hch. 11:26). El seudónimo no gozó de amplia aceptación hasta la época en que fue escrita la Didajé (finales del siglo I y principios del II E.C.), siendo luego usado por Ignacio, Obispo de Antioquia, gracias a que el nombre era ya popular en esa ciudad. Con anterioridad a esos años y cuando el lazo de unión entre los gentiles y judíos creyentes era todavía fuerte los títulos más comúnmente usados por su sabor hebreo fueron “El Camino” y “los Nazarenos”.
Es históricamente cierto que durante las primeras etapas de la proclamación de la Masora o Buena Nueva fueron los hebreos, los samaritanos y los prosélitos, (aquellos gentiles que se encontraban bajo la influencia del judaísmo), los que estaban mejor preparados para recibirla y comprenderla. De estos tres grupos, los samaritanos y los prosélitos no tuvieron un acercamiento uniforme a la corriente principal del judaísmo pero tampoco se consideraron ajenos o contrarios a él.
Las sinagogas de Judea y la Diáspora vinieron a ser centros florecientes de enseñanza nazarena donde se forjaron los rabinos que llevaron a las naciones gentiles el pacto de Abraham, la Toráh de Moisés y el Mesías de Israel. El libro de los Hechos y las cartas de los Apóstoles (Shaliajim) dan cuenta que uno de sus intereses principales era legitimizar la secta nazarena como judía pura o kasher, y al rabí Yahushúa ben David dentro de la línea del profetismo hebreo, como es observable en los siguientes pasajes:
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“El Eloah de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Eloah de nuestros Abot (אבות o Padres) ha glorificado a su Hijo Yahushúa (Jesús)…” (Hch. 3:13).
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Porque Moisés dijo a los Padres: Yahwéh vuestro Eloah os levantará Profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel Profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Elohim hizo con nuestros Padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Elohim, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hch. 3:22 - 26).
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Elohim, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los Padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo” (Heb. 1:1 - 2).
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De igual manera, los temas más importantes del Antiguo Testamento (Tanaj) son presentados como elementos de la revelación que unen al Mesías con Israel. Shaúl escribió al respecto: “Ellos son israelitas, de los cuales son la adopción como hijos, la gloria o “Shekina”, los pactos, la promulgación de la Toráh, el culto y las promesas. De ellos son los patriarcas; y de ellos según la carne proviene el Mesías, quien está sobre todas las cosas, bendito sea Elohim por los siglos. Amén” (Ro. 9:4 - 5).
El crecimiento constante de los nazarenos es comparable a aquel movimiento de restauración acaecido en los días de Esdras y Nehemías, cuando las multitudes enteras se estremecían hasta los tuétanos y buscaban al Eterno sinceramente.
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En el libro de los Hechos se dice que durante la solemnidad de Shavuot o Pentecostés el mensaje nazareno conmovió los corazones de muchos peregrinos, la mayoría de ellos judíos de la dispersión: “Así que, los que recibieron su palabra fueron purificados en agua (tevilá); y se añadieron aquel día cerca de tres mil personas.” (Hch. 2:41).
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Poco después, a raíz de un discurso de los rabinos Shimón ben Yonáh y Yahojanán ben Zavdai hubo otra conversión en masa, “Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era aproximadamente cinco mil. (Hch. 4:4). Tal cifra no incluye a mujeres y niños.
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Varios pasajes después, la comunidad nazarena es descrita como “una multitud” o “un gran número”. Lucas, el autor del libro, no pudo determinar la cantidad total de judíos que se habían adherido a la nueva escuela rabínica. “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma {אֶחָֽד, ejad en hebreo}...” (Hch. 4:32). Fuera del Templo, no existía edificio alguno en Jerusalém que pudiera albergar un número tan grande de personas con fines de religiosos. Fue ahí, en el pórtico de Salomón donde la comunidad nazarena mantuvo sus servicios y continuó haciendo volver los corazones de los hombres al Eloah de Abraham. “Y por la mano de los Shaliajim {Apóstoles} se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a reunirse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Adón aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (Hch. 5:12 - 14).
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Que el movimiento nazareno haya logrado atraer a sus filas a multitud de hombres y mujeres piadosas de buena reputación, provenientes de todas las clases sociales y niveles académicos, acredita su ortodoxia e integridad hebrea. “Y crecía la palabra de Adonay, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalém; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hch. 6:7). “Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (Hch. 17:12).